lunes, 27 de febrero de 2012

VIA CRUCIS para la Cuaresma

Segunda Estación
El beso de Juda
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«Y, un­tando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás» (Jn 13, 26).
«Se acercó a Jesús… y le besó. Pero Jesús le con­testó: “Amigo, a qué vienes”» (Mt 26, 49–50).
En la Cena se res­pira un há­lito de mis­terio sa­grado. Cristo está se­reno, pen­sa­tivo, su­friente. Había dicho: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vo­so­tros, antes de pa­decer» (Lc 22, 15). Y ahora, a media voz, deja es­capar su sen­ti­miento más pro­fundo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vo­so­tros me va a en­tregar» (Jn 13, 21).
Judas se siente mal, su am­bi­ción ha cam­biado, a precio de trai­ción, al Dios del Amor por el ídolo del di­nero. Jesús lo mira y él desvía la mi­rada. Le llama la aten­ción ofre­cién­dole pan con salsa. Y le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto» (Jn 13, 27). El co­razón de Judas se había es­tre­chado y se fue a contar su di­nero, para des­pués en­tregar a Jesús con un beso. Y Cristo, al sentir el frío del beso traidor, no se lo re­procha, le dice: Amigo. Si estás sin­tiendo en tu carne el frío de la trai­ción, o el te­rrible su­fri­miento pro­vo­cado por la di­vi­sión entre her­manos y la lucha fra­tri­cida, ¡acude a Jesús!, que, en el beso de Judas, hizo suyas las do­lo­rosas traiciones.

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