Es la Semana Santa más íntima. La que se aprieta entre las manos entrelazadas del Perchel. La Semana Santa de ayer, de hoy y de siempre. Es la Semana Santa de nuestros mayores, nuestra, de nuestros hijos.
Es el júbilo de un varal rozando el corazón en cada esquina del tiempo. Es la flor y la espina. Es el almíbar y la hiel. Es el gozo y la nostalgia.
Es el barrio. La ciudad. Somos nosotros mismos en este reencuentro que no conoce del cruel compás del tiempo. Es la Madre, la Reina, la Amiga, la Novia, la Mujer, el Paño de lágrimas y la Sonrisa en las horas dulces. Es todo en todos y de todos.
Es la tarde y la mañana. Es la gloria pura. Es el gesto, la súplica, la mirada. Es el tacto de la brisa en vaivén de bambalinas. Es la caricia del sol y el abrazo de la luna. Es el beso del alma en la trasera de un palio que se aleja.
Es su Nombre, y es su día. Es viernes y es la dicha. Su tiempo. Nuestra vida.
Dolores….
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