viernes, 17 de agosto de 2012

Días grandes, encuentros íntimos...




Lo puramente cofrade, la esencia, la raíz, no se encuentra sino en lo más íntimo y recóndito de nuestra propia existencia…

Esta mañana he vivido uno de esos momentos puramente cofrades. No ha habido procesión, ni banda, ni marchas, ni acólitos, ni cambio de terno… Santa María del Prado me ha vuelto a regalar otra caricia…

Era la visita de otros de sus Hijos más queridos, aquéllos a los que el cofre de sus recuerdos se les ha ido derramando en olvidos a lo largo de los días… Y como en las Bodas de Caná, siempre, la Madre ha estado pendiente de que a nadie le faltase el vino de su cariño…

Lo he podido ver en sus miradas perdidas, en sus sonrisas, tan parecidas a la tuya… Eran felices porque en ese destierro de la memoria, el Amor se eleva como la única medicina eficaz… Y hoy Santa María del Prado ha sido bálsamo de besos, de caricias, de susurros, de abrazos…

La Virgen les ha besado con los labios de sus nietos, los ha acariciado cuando alguien empujaba su silla de ruedas, les ha susurrado al oído palabras de afecto, de fuerza, de esperanza, y se ha fundido en un intimísimo abrazo con cada uno de ellos cuando las luces de su oración se encendían en la cercanía de sus perfiles…

Porque nadie ama como ama una Madre, y  María nos quiere amando como Ella lo hace… A fin de cuentas, cuando amamos ¿no somos más parecidos a Ella? 



1 comentario:

Mada dijo...

Grande, muy grande Miguel...