jueves, 23 de febrero de 2012

El tiempo de las fresas...



Paladeo su intenso sabor. Ese agridulce de la vida. Porque las fresas saben a vida. En mi paladar siento el hechizo del tiempo grande. Ya está aquí la vida saboreada sin edulcorantes.

El tiempo de las fresas es un tiempo que huele a esparto, a canela, a clavo... Las fresas saben a música de capilla, a coro de miserere, saben a silencio y a la vez, estallan en el agudo compás de la corneta.

Las fresas son paseos en la tarde larga, más cálida cada día que pasa. Y saboreo sus contraluces en la imagen de la revirá perfecta que dibuja mi corazón. Las fresas hacen cada calle, cada esquina, cada plaza distintas. Son los mismos lugares que ayer, pero saben de otro modo.

Las fresas son moradas. Tienen el sabor del Lirio de San Pedro. Y a la vez, recogen en cada mordisco, el pellizco de un palio azul en la calle del Ángel, el suspiro de unos ojos azabache, el silencio penetrante del pardo carmelitano. Las fresas hablan en vocablos de añoranza, y a la vez de esperanza.

Como en todo, depende de aquél que se las tome. El manjar de las fresas se nos ofrece a todos por igual. Cada uno debe aprender a saborearlas, para que pasados cuarenta días no hayamos dejado que se corrompa lo que hoy se nos presenta en toda su lozanía.

Saboreémoslo. Es el tiempo de las fresas.

2 comentarios:

Mada dijo...

Delicatessen en su estado más puro...
Que bonito y cuanto arte, cuanto gusto guardan estas letras.
Enhorabuena

Miguel dijo...

Tú que sabes saborear las fresas... con buen gusto. Gracias. Un abrazo