La víspera del beso...

Tres días aferrados a tu mirada y apenas cuento unas horas para poder lanzarme al precipicio vertiginoso del beso…

Ha descansado mi corazón, han vuelto las esencias, se han humedecido los ojos en la síntesis perfecta de los sonidos y la luz… y todo pasa tan rápido como el instante eterno que está por venir…

Te quiero. Te quiero y sabes que lo nuestro es una historia lenta, pausada, de aquéllas que reposan sus cadencias en el ritmo acompasado de lo diario.  Casi podría decirte que no aspiro a otra cosa. Que me basta con saber que estás ahí. Pero como en todas las historias de amor, hay momentos en los que la rutina se torna en día de precepto, en rojo de calendario,  y así mañana amanecerá el sol engalanado en sones de día grande… es el día del tacto de la brisa.

Y toda nuestra vida se resumirá en dos segundos, dos imperecederos segundos. Apenas un instante en el que yo te entrego todo lo que soy, y tú, tú me devuelves la vida entera.  Y es que ante todo soy tuyo… y tú, ante todo, eres todo…

Obras son amores, y todas las obras se condensan en un beso. Un beso es la caricia del alma, es la nostalgia hecha suspiro, es el roce de las flores, es la esencia del espíritu. Por eso me sabe a tanto, y a tan poco, ese pedazo de tiempo en el que los dos somos uno al contacto de nuestros corazones.

Sabes que en ese beso nos decimos muchas cosas. No hay palabras. Es lo más íntimo lo que conversa. Sin más. Y ese momento de miel, fugaz, sempiterno, quedará grabado a fuego durante el resto de mis días anhelando que, como hoy, vuelva a ser la víspera del beso… si tú quieres.