martes, 1 de marzo de 2016

Ahora...



Ahora, en el frío de esta Cuaresma perezosa, como ayer y como siempre, me llamas al sosiego de Tus Manos entrelazadas…

Hoy, como ha sido siempre, y como siempre ha de ser, te elevas a la cumbre de mis esperanzas, y me acaricias como a un niño, necesitado del ocaso de los días en el lugar exacto en el que clavas Tu Mirada en mi corazón.

Esta tarde, porque Tú siempre sabes más, me llamas a tu presencia de luces crepitantes para abrazarme con la palabra de tus labios mudos.

En el corazón contrito y ajado de miedos y desventuras, te posas sobre mis días para hacerme sentir, de nuevo, que Tú, que haces nuevas todas las cosas, volverás a hacer renacer el gozo de aquel chiquillo que veía a Su Cristo moreno de la ventana con los ojos empapados de nuevos amaneceres y de la ilusión que nunca muere…


Sólo te pido entonces, que tu Nombre no deje de escucharse nunca en el tiempo que atrapa nuestras vidas, y que Tu rostro siga, sempiterno, en los labios del padrenuestro, del Padre Bueno, de cada día…

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