jueves, 22 de enero de 2015

En este enero que no pasa...


Transito por este gélido enero, sin apenas poder articular palabras que me acerquen a la calidez de otros tiempos. Siento entumecidos los versos, y las flores apenas parecen querer adivinarse en el horizonte de mis días.

Otra vez la luz frágil de la tarde leve parece, exánime, no poder remontar los plazos de lo que está por venir, y los días se arrastran lentos y cansados, sin apenas dejar espacio a la dicha de un porvenir gozoso.

Y como siempre, entre las sombras de esta apatía de hielo y abandono, escucho Tu voz suave, apenas imperceptible, que me llama a la cercanía del brillo de las rosas. 

Parece que, hoy como ayer, quieres que camine por los valles de la duda y el temor, para levantarte enhiesta como un faro de candores que me recuerde quien soy, a quien me debo;  y convierta de nuevo el azul tenue de mis horas en una paleta de colores encendidos al abrigo de Tu mirada.

Me regalas miedos, para luego acunarme en Tu regazo, dejas que divague por cañadas oscuras para después cegarme con el mediodía de Tu resplandor. Debe ser así. Si Tú lo quieres, sea. Sabes que yo no tengo más que plegarme a Ti y reposar Tus susurros en mi corazón.

Ahora, en este enero que no pasa, me regalas el abril de la esperanza, y el calor de un junio que se antoja primavera. Me aferro a Ti en este frío y se que tú me abrigas con Tus besos. Cuando el sol perezca, acudiré al arrullo de Tu resplandor… Como cada enero gélido, como cada primavera anunciada…

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