viernes, 2 de mayo de 2014

Requiero...



En este mayo florecido con las luces de un nuevo tiempo que se abre ante nuestras vidas, nos parece que fue hace tanto y apenas la hemos dejado de acariciar con nuestros dedos…

Cuando aún oigo con toda nitidez los melancólicos compases de la última marcha, del último palio, de la última cofradía….

Cuando aún no se ha marchitado la flor robada al paso quedo, inerte de corazones anhelantes de la última chicotá…

Cuando los cofrades todavía rechinamos nuestras suelas en la cera fundida en el asfalto, como queriendo pisar por los caminos del gozo que se fue, y en nuestras animadas charlas seguimos comentando lo que ha sido y lo que debió ser, en una amalgama de opiniones no siempre libres de la iniquidad de la que ninguno escapamos…

Ahora, es cuando yo te empiezo a echar de menos…

Y no me puedo quedar en lo que vi, oí, toqué, olfateé y gusté… No. Hubiera sido demasiado pobre. Ni yo, ni ningún cofrade puede quedarse ahí. Eso está bien para acompañarlo de un buen rato entre amigos… Ninguno de nosotros guardará eso en su cofre de recuerdos…

Porque un año más, o mejor dicho, un año menos, te deposito con el corazón herido de ausencias en mi memoria, y lo hago con la delicadeza de aquél que guarda bajo la llave más íntima lo más preciado de su ser…

 Te fuiste pero proclamo tu belleza, siempre distinta, siempre sorprendente, porque cada primavera vienes a mí con la sorprendente novedad de un amor recién estrenado.

Requiero tu hermosura en la bulla del Domingo de Lázaro y en la intimidad de una Plazuela en la que Dios se hace Pan y nos abre su corazón, para enseñarnos el camino de la humildad…

Ensalzo Tu Nombre en un nombre. Perchel. Siempre Perchel…

Reivindico tu hermosura de cielos azules y limpios en la mañana de estrenos y en la tarde en la que los ángeles visten de sarga a su Rey.

Exijo el encuentro conmigo mismo mientras cruzo un Pasaje que busca la clausura del Carmelo, cuando el Martes expira en el reloj que nunca se detiene. Nazarenos de ayer, de hoy y de siempre…

Apremio a la tarde larga en capirotes blancos, en la emoción contenida de la cofradía de mis amores, porque para cada uno de nosotros, por encima de todo, nuestra cofradía, sea cual sea, es nuestra cofradía, y los sentimientos que se agolpan esa tarde, necesariamente, brotan en la mirada y se desparraman por nuestras mejillas.

Demando la elegancia del Viernes Crucificado, porque sólo con la Cruz (y que Cruz) todo lo demás sobra…

Necesito de las nuevas luces que nos ha regalado la cofradía decana, en la tarde de la nostalgia…

Preciso de los besos. Porque esta ha sido la semana de los besos, en la inocencia, en la esperanza, en el futuro, en los sueños cumplidos y en los deseos anhelados, y con ese candor me quedo…

Espéranos otro año. Te juro fidelidad eterna, pero vuelve, y hazlo tan hermosa como has vuelto a mí en esta primavera… 

Siempre tuyo.


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