jueves, 14 de marzo de 2013

El reloj que llama a la puerta...


El reloj llama a la puerta de lo íntimamente monumental, del tiempo grande, con mayúsculas, sin más aditivos que el palpitar más profundo de la Ciudad Real eterna…

Son los días soñados, que acariciamos con la palma de nuestro ser cofrade, que paladeamos en el gusto exquisito de los detalles cofradieros, que nos susurra al oído en cada esquina que la hora ha llegado.

Son días con nombre propio. Las collaciones de siempre abren las puertas a la fe de siglos. Las devociones más profundas de la villa abren su piel de madera a la veneración transmitida de generación en generación.

En San Pedro, Jesús se presta sobrio, elegante, señorial, a cargar con las cruces de cada uno de los ciudadrealeños. Así lo ha querido siempre esta ciudad, Nazareno de luces y madrugadas, que camina tras los pasos del Hebreo de la calle Lirio.

En Santa María, la imponente majestuosidad del crucificado extiende sus brazos al más rancio abolengo de esta Ciudad Real que cada Viernes Santo ve nacer la primavera en los Jardines, hoy amenazados también por la sinrazón, del Prado. Eterno diálogo de Dios con nosotros. Eterna Piedad de Cristo…

Y en Santiago, siempre en el Perchel, la Madre de los percheleros, la Reina del arrabal, la Hija de Sión traspasada en puñal de Dolores volverá a recoger entre sus manos los besos de ayer, de hoy y de siempre, en siete días que no discurren al compás del reloj, sino en miradas de fervor a la Virgen Perchelera …

Es el tiempo. Es la gracia de Dios que se hace presente en nuestras vidas. Es el tiempo de la Semana Santa….

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