sábado, 1 de diciembre de 2012

Hay Novenario en las Terreras...


Nuevamente el latido del calendario nos llama a este compás de hojas caducas alfombrando nuestras pisadas. Es el crujir arbóreo de las aspas de San Andrés las que nos han hecho caer en esta añoranza del frío...

Otro año más -y ya empezamos a contar los días por miles- hemos faltado a nuestra cita. Tú a la de mis cosas, que a fin de cuentas, son tuyas también; y yo a la de las tuyas, que se visten en celestes cuando asoma el duodécimos mes de este anuario que se escapa… 

Porque estos días quedan fijos en el tiempo que discurre entre lo temporal y lo perenne. Son días que vivimos, pero también días en los que nos quedamos anclados desde hace años... Hoy, como ayer, se entremezclan sensaciones que no sabemos si son sueño o realidad, si son recuerdo o vivencia.

Es el cierzo de este inicio de diciembre el que convoca el corazón, nuevamente, a la cadencia del patrimonio inmaterial de la memoria. Son los días de la Inmaculada. 

Y en esta gélida paz de nueve días, o mejor dicho, de nueve noches que devoran apresuradamente la tarde efímera, ya no nos encontramos, como tantas veces, a las seis de la tarde. Ya no suena la voz de don Antonio, grave e inmaculista hasta las altas bóvedas de la casa de Beatriz de Silva… 

Sigo llorando tu ausencia, y duele la mirada al contemplar cerrada esa puerta del Perchel. Posiblemente no sea el único. Todos lloramos los vacíos en el alma… aunque en esta ciudad de la indiferencia parezca que el corazón es impasible ante lo que hiere nuestro ser…

Hoy he vuelto a pasar por tu casa. Buscaba blancos y celestes. Quise descansar el espíritu en los rasgos primaverales de tu rostro. No vi capas azules tras la celosía. No han sonado las campanas. No he posado mis dedos en los azulejos de tus paredes. Sólo queda el eco amargo de las pisadas sobre las hojas de este otoño ya decadente. No te he visto en el paseo, como tantas veces, a la puerta del Convento, mi mejilla se ha quedado huérfana de tus labios… sin embargo, en la llama que no se apagará nunca dentro de nuestro ser, la de tu presencia íntima, hoy, como siempre, sé que hay Novenario en las Terreras…

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